El por qué de la conmemoración. Importancia del Instituto-Escuela.
El Instituto-Escuela tuvo una enorme relevancia en la renovación educativa española. El pedagogo Lorenzo Luzuriaga dijo de él que se le podía considerar “una de las mejores escuelas de ensayo y reforma de Europa” y que había desempeñado “la misma labor ejemplar en la enseñanza pública que la Institución Libre de Enseñanza en la esfera privada”.
A principios del siglo XX, la enseñanza española tenía que modernizarse y adecuarse a los cambios sociales y económicos producidos por la segunda Revolución Industrial, además de responder a los ideales de europeización y progreso impulsados por los regeneracionistas. Estas fueron las circunstancias que llevaron al Ministerio de Instrucción Pública a crear en 1918 el Instituto-Escuela como un laboratorio pedagógico para la reforma de la Enseñanza Secundaria en España.
El Instituto-Escuela no fue un plan de estudios más nacido de un decreto ministerial. Surgió, por el contrario, como un centro experimental en el que llevar a cabo la reforma de la Enseñanza Secundaria y cuyos resultados, después de haber comprobado su utilidad y eficacia, pudieran extenderse al resto de los Institutos. Esta experiencia pedagógica se sometió a la dirección de la Junta para Ampliación de Estudios, que, bajo la presidencia de Santiago Ramón y Cajal, ya dirigía toda una serie de laboratorios e instituciones desde las que promovía la modernización de la ciencia y la cultura españolas. A comienzos del siglo XX, la ciencia era considerada el motor de progreso de los países más avanzados y el método científico gozaba de un gran prestigio también en España. Por esta razón, el sistema de funcionamiento del Instituto-Escuela fue el de un laboratorio en el que las innovaciones pedagógicas aprendidas por los profesores en los viajes al extranjero promovidos por la Junta para Ampliación de Estudios, eran objeto de debate por parte del profesorado y se aplicaban luego en las aulas. Después se evaluaban los resultados de esas innovaciones y, si era necesario, se hacían los ajustes oportunos, consultando en ocasiones a los padres que valoraban los progresos o dificultades académicas de sus hijos.
El Instituto-Escuela no fue un plan de estudios más nacido de un decreto ministerial. Surgió, por el contrario, como un centro experimental en el que llevar a cabo la reforma de la Enseñanza Secundaria y cuyos resultados, después de haber comprobado su utilidad y eficacia, pudieran extenderse al resto de los Institutos. Esta experiencia pedagógica se sometió a la dirección de la Junta para Ampliación de Estudios, que, bajo la presidencia de Santiago Ramón y Cajal, ya dirigía toda una serie de laboratorios e instituciones desde las que promovía la modernización de la ciencia y la cultura españolas. A comienzos del siglo XX, la ciencia era considerada el motor de progreso de los países más avanzados y el método científico gozaba de un gran prestigio también en España. Por esta razón, el sistema de funcionamiento del Instituto-Escuela fue el de un laboratorio en el que las innovaciones pedagógicas aprendidas por los profesores en los viajes al extranjero promovidos por la Junta para Ampliación de Estudios, eran objeto de debate por parte del profesorado y se aplicaban luego en las aulas. Después se evaluaban los resultados de esas innovaciones y, si era necesario, se hacían los ajustes oportunos, consultando en ocasiones a los padres que valoraban los progresos o dificultades académicas de sus hijos.
Plan de Estudios
El Instituto-Escuela tenía un plan de estudios propio cuyo objetivo fundamental era dar a los alumnos una formación integral basada en la pedagogía europea más avanzada y heredera a su vez del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. Este plan de estudios contemplaba el incremento del número de horas de todas las materias, en particular de las ciencias experimentales y de las lenguas vivas, que se potenciaron con viajes al extranjero e intercambios con centros europeos. Para completar la formación de los alumnos, el Instituto-Escuela implantó disciplinas que tenían todavía poca tradición en España: los Juegos, el Dibujo, la Música y los Trabajos Manuales. Estas asignaturas tenían para el Instituto-Escuela un gran valor educativo. La Música y el Dibujo completaban la educación estética de los alumnos, los Trabajos Manuales adiestraban sus sentidos y fomentaban la correlación entre el trabajo manual y el intelectual, mientras que los Juegos contribuían a fortalecer su carácter y a estimular su sociabilidad.
Métodos Educativos
Los métodos educativos del Instituto-Escuela no se fundamentaban en una enseñanza puramente memorística, sino que se basaban en el diálogo continuo entre el profesor y el alumno, la observación directa de las cosas, el razonamiento y la experimentación. En la aplicación de esta metodología, ocupaban un lugar destacado las visitas a los museos y las excursiones, las prácticas en los laboratorios y el uso de la biblioteca. Para que el alumno fuera el protagonista de su aprendizaje, en el Instituto-Escuela se daba una gran importancia a los cuadernos de clase, que eran resúmenes bien escritos e ilustrados de los aprendizajes realizados. En los primeros cursos de Bachillerato, los cuadernos sustituyeron a los libros de texto.
Los Profesores
Los profesores que llevaron adelante este experimento educativo pertenecían al cuerpo de catedráticos de Enseñanza Secundaria y habían sido seleccionados por la Junta para Ampliación de Estudios por sus méritos académicos y sus simpatías con las corrientes pedagógicas modernas. Casi todos completaron su formación académica y pedagógica en instituciones educativas europeas. Entre ellos destacan los lingüistas Samuel Gili Gaya y Jaime Oliver Asín, el físico Miguel Catalán, el científico Luis Crespí —que presidió la Real Sociedad de Historia Natural—, el matemático José A. Sánchez Pérez, los geógrafos Juan Dantín Cereceda y Manuel de Terán o el profesor de Historia Francisco Barnés, que fue ministro de Instrucción Pública con el gobierno de la República. Otro objetivo fundamental que se impuso a la nueva institución pedagógica fue el de la formación del profesorado, en concreto la de los llamados profesores aspirantes al Magisterio Secundario. Supervisados por los catedráticos, estos profesores hacían sus prácticas durante dos cursos en el Instituto-Escuela y obtenían al mismo tiempo una formación pedagógica, científica en los temas de su especialidad y en idiomas para así poder completar posteriormente sus estudios en el extranjero como pensionados. Muchos de los profesores aspirantes que se formaron en el Instituto Escuela tuvieron también una gran relevancia posterior en el ámbito universitario y cultural, como es el caso de Ángel Valbuena Prat, José Camón Aznar, Enrique Lafuente Ferrari, José Mª Lacarra, María Zambrano, Carlos Vidal Box, Juan Cuesta Ucelay y un largo etcétera.
El Alumnado
Alumnos del Instituto-Escuela fueron los hijos de los científicos e intelectuales que dirigieron los laboratorios de la Junta para Ampliación de Estudios y el Centro de Estudios Históricos y, en general, los hijos de la burguesía ilustrada, que imbuida de un afán de progreso simpatizaba con las novedades educativas que aportaba el Instituto. La mentalidad progresista de los padres explica que en el Instituto-Escuela estudiaran casi la misma proporción de alumnas que de alumnos, cuando en los otros Institutos madrileños el porcentaje de alumnas que estudiaban la Secundaria no llegaba al veinte por ciento. Entre los alumnos que estudiaron en el Instituto-Escuela, cabe destacar a Julio Caro Baroja, antropólogo; José Ortega Spottorno, fundador del diario El País; Álvaro D’Ors Pérez, catedrático de Derecho Romano; Gonzalo Menéndez Pidal, historiador y cineasta; Francisco Bernis Madrazo, cofundador de la Sociedad Española de Ornitología y del Parque de Doñana; Emilio Garrigues Díaz-Cañabate, diplomático y escritor, entre otros. Y entre las alumnas a Matilde Ucelay Maótua, primera mujer arquitecta de España; Irene Villa Olmedo, pionera en deportes y en Oftalmología; o Carmen Bravo-Villasante, Muchos alumnos, la mayoría científicos, desarrollaron su vida profesional en el exilio tras la Guerra Civil.